El amor, el más necesario, el más dificil, el que más huellas deja en nosotros. A veces es esquivo, mientras que otras nos mira con su carita sonriente y nos hace sentir los más felices del mundo. Admite tantos matices como personas somos capaces de amar…y todas las clases de afecto caben en esas cuatro letras universales, nos dejamos la pìel en su goce y también en el duelo de su ausencia, creo que lo necesitamos con tanta urgencia como el aire del planeta y sin embargo qué poco sabemos de cómo cuidarlo; creo que no es debido a nuestra mala conciencia de especie humana- única con una capacidad destructora tan abrumadora- más bien se debe a que es un terreno resbaladizo que no obedece a nuestros códigos de voluntad y razón, porque…quién ama sin que el capricho del azar brinque por el medio? Hasta ese amor indiscutible de madres/padres a hijos/as y viceversa, está sujeto a leyes matemáticas de una entre no sé cuantas millonarias posibilidades de fusión entre dos gloriosas, pero ínfimas, células.
Si, amar es una oportunidad que no podemos perder, es un tren del que no debemos descender, es una vivencia a la que no podemos renunciar, qué sería de nosotros sin su aliento devorador? Qué sin sus sueños febriles de pasión, qué sin el abrazo tierno en mitad de la noche? Qué sin la compañía cómplice?
Sé de personas que abandonaron sin lucha la posibilidad de quemarse en ese fuego y de gentes que prefirieron el amargor de la derrota antes que enfrentarse al desafío de querer…al final, en el último recodo del camino, una única senda sin retorno, porque...quién vuelve del desamor? No lo sé, mi opción personal es la de vivir cerca de él, la de encontrarlo en las personas que me rodean (cerca y lejos), la de trabajar por él, como me he prometido trabajar por la vida, una inspiradora del otro, otro sano ingrediente de la una.